Empieza un nuevo curso, un nuevo año judicial, profesional, escolar…
Atrás quedaron ya las tan esperadas vacaciones, los días de descanso y ocio (quien haya podido disfrutar de este período, tan esperado como necesario, para el bienestar personal).
Cierto es que en la actual tesitura económica, hablar de vacaciones puede estar hasta mal visto, pero hay que considerar que a muchos trabajadores se les exige más ahora que antes, puesto que muchas empresas han reducido personal, han reajustado sus plantillas, aplicado ERES, despidos objetivos, etc., además de reducir salarios y exigir más a sus empleados. Tal vez cambiarían las cosas siguiendo la postura del economista Serge Latouche, que sostiene que “hay que trabajar menos para trabajar todos y vivir mejor”.
También es cierto que hasta una persona que se encuentre sin empleo necesita un período de descanso para distanciarse de su situación, reponer fuerzas, desconectar, y coger energías que le permitirán retomar la búsqueda activa de empleo, si cabe con mayor entusiasmo.
Y la paradoja es ésta: necesitamos vacaciones para descansar, desestresarnos, pero cuando volvemos al trabajo, nos estresamos el doble, lo que produce un síndrome que ha venido a denominarse “estrés postvacacional”.
El estrés (o síndrome, o depresión) postvacacional hace referencia al proceso de estrés que tenemos que afrontar tras las vacaciones, para readaptarnos de nuevo a las obligaciones laborales o profesionales, sobre todo a finales de agosto y primeros de septiembre.
El estrés es un proceso normal de adaptación a las demandas del ambiente. Ahora bien, podemos hablar de un estrés bueno y un estrés malo. Si una tarea es deseada, agradable y fácil, produce un estrés saludable, positivo o eustrés. En cambio, una demanda no desesada, desagradable, difícil y prolongada significa un estrés no saludable, negativo o distrés.
Si la intensidad de la demanda (estresor) es muy grande y las reacciones de estrés muy intensas, o se mantienen demasiado tiempo, los recursos con que contamos (nuestra energía, salud, motivación, interés, estado de ánimo, etc.) tenderán a gastarse y puede que lleguemos a una situación de agotamiento. Por eso es importante prevenir o poner remedio a tal estado, pues de lo contrario los síntomas irán incrementando su intensidad, irán apareciendo otros nuevos, y finalmente se puede llegar a desarrollar alguna enfermedad física o mental.
Pues bien, al incorporarnos de nuevo al trabajo, tras las vacaciones, sufrimos una reacción de estrés.
Para los empleados por cuenta ajena es más fácil el regreso al trabajo si disponen de compañeros que suplan sus tareas, de forma que al regreso no se encuentren con montones de tareas sin realizar porque no las haya llevado a cabo nadie.
Para los profesionales liberales, el retorno puede convertirse en un problema serio si no se ha previsto adecuadamente el parón y la vuelta a la actividad.
En concreto, como dice Santiago Sinópoli, Abogado y Consultor psicológico, (http://www.legaltoday.com/blogs/psicologia/blog-psicologia-para-abogados/el-estres-laboral-en-el-abogado)la profesión de Abogado no es ajena al estrés. Al contrario, es altamente estresante:
“La abogacía es de por si una “profesión estresante”, porque el trabajo que se dedica al conflicto humano, devenido en jurídico, atiende al sufrimiento del cliente que viene lesionado en su ser por la injusticia del Otro. (…) la actividad del abogado es propicia para “estresarse”, entre otras cosas porque las demandas sociales profesionales, son requerimientos de seres en conflicto y que pretenden de uno la solución lo más rápida posible, para el restablecimiento del derecho que les ha producido una lesión jurídica, que se vive como amputación humana desde los psíquico”.
Y también la profesión de Administrador de Fincas es tremendamente estresante.
La vuelta al trabajo no es un estresor muy intenso para la gran mayoría de las personas. Sin embargo, a otras personas el estrés postvacacional puede afectarles de manera más seria, debido a la acumulación de otros estresores (por ejemplo, problemas personales ajenos al trabajo, o trabajar en algo que no agrada a la persona).
Los síntomas más importantes son: preocupación, inseguridad, malestar psicológico, temor a perder el control, palpitaciones, taquicardia, excesiva sudoración, temblor, molestias digestivas, dolor muscular, dolor de cabeza, evitación de situaciones, inquietud motora, etc.
En general, el psicólogo Luís Muñiz, experto en buen humor, considera que el mejor antídoto para combatir el estrés, en cualquier profesión, es el humor(http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/2004/05/27/pagina-76/33660835/pdf.html).
En especial, para superar el estrés postvacional, pueden seguirse algunos cuidados, como recomienda el Dr. Antonio Cano, Presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, o practicar alguna técnica de relajación, como por ejemplo ésta, que permite relajarnos y reducir el estrés en pocos minutos:
Siéntate en una silla y tensa todos y cada uno de los músculos de tu cuerpo; aprieta los puños, aprieta fuerte la mandíbula; arruga la cara; contrae los hombros y los músculos del cuello; encoge ese estómago; aprieta fuerte hacia el suelo con los pies.
A continuación, suelta, deja todo el cuerpo blando a ambos lados de la silla, siente cómo se escapa la tensión, afloja, suelta… Imagina que eres un globo que pierde aire, pierde la rigidez… Relaja la totalidad del cuerpo, sentado en silencio, sintiendo cómo se deshace la tensión, respirando despacio y tranquilamente… Relax… Relax…
Permanece así durante unos cinco minutos, y después incorpórate poco a poco, para continuar con tus tareas, relajadamente.
(…)
© 2013 Fabio Balbuena